Bogotá, Colombia, septiembre de 2022. El conflicto entre Rusia y Ucrania ha tenido repercusiones en el mundo entero en términos de economía, insumos alimenticios, combustibles y energía. Este último ha sido uno de los aspectos más importantes de la coyuntura y que ha dejado muchas consecuencias. Solo en la Unión Europea (UE), la inflación interanual llegó a un récord histórico de 8,6% en el mes de junio, siendo determinante la escalada en el precio de la energía a nivel mundial. En Latinoamérica, las estimaciones privadas prevén una tasa de inflación promedio que podría superar la barrera del 12% para toda la región a fines de 2022. Sobre esto, Manuel Fernandes, Socio Líder de Energía y Recursos Naturales de KPMG en América Latina, discutió algunos puntos a tener en cuenta.
Es necesario recordar que este conflicto contribuyó a acelerar el alza de los precios de la energía en los mercados internacionales, que ya sufrían de cierta inestabilidad y tensión, producto de la crisis sanitaria y sus efectos sobre las cadenas de suministro y la actividad económica global.
Las consecuencias de los altos precios en los insumos causan un aumento (casi proporcional) a los precios internos que debe afrontar el consumidor (inflación). Este fenómeno, que comúnmente impacta de lleno en el poder adquisitivo doméstico de los países pobres y emergentes, y ha comenzado a desbordarse en los últimos meses como una consecuencia más del conflicto armado hacia las economías del mundo desarrollado, dejándolas perplejas frente a un escenario que hasta aquí desconocían.
A propósito, Fernandes explica que “Hoy más que nunca se necesita de un sector energético desarrollado, sustentable y enfocado en fuentes limpias, aspectos donde la región tiene una clara ventaja comparativa y competitiva en la transición energética basada en energías renovables. Tal vez así, la región pueda finalmente minimizar los efectos que la coyuntura internacional y la volatilidad de los precios de las materias primas producen, periódicamente, sobre sus economías”.
En Argentina y Venezuela, llegaron a tasas interanuales del 64% y 170% respectivamente en junio. También en Chile, Colombia, Brasil, Perú, Paraguay y Uruguay, durante el mismo mes, vieron disparar sus tasas interanuales de inflación a valores de entre el 8% y el 12%, lo que trajo consigo una depreciación de los recursos necesarios para continuar con el nivel y rapidez de la producción de alimentos y combustibles.
El caso de Colombia no es ajeno a los impactos en precios, donde la inflación ha tenido las tasas más altas de los últimos veinte años. En opinión de Javier Quintana, líder de KPMG del sector ENR en Colombia, “esta situación pone de manifiesto la necesidad de alentar el proceso acelerado de transición energética y continuar la transformación de la matriz energética del país hacia fuentes más renovables”.
Sin embargo, gracias a la aceleración de los precios internacionales, los precios internos continuarán su senda de crecimiento en los próximos meses, alcanzando niveles medios récord en toda Latinoamérica. Lo que seguramente agregará presión a las metas fiscales, monetarias y económicas de muchos de los países de la región en un entorno de alta incertidumbre. En esta región, los riesgos de seguir atando su crecimiento a la volatilidad de los precios de las materias primas y al capital externo son evidentes. Salvo algunas excepciones, Latinoamérica aún no ha podido generar avances significativos en el desarrollo de los sectores de mayor valor agregado, lo que hace difícil desvincular su producción y exportaciones de esta dependencia.