LA SALUD MENTAL, LA EDUCACIÓN Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA SON LAS MAYORES PREOCUPACIONES DE JÓVENES COLOMBIANOS SEGÚN ESTUDIO DE PROFAMILIA

Jul 22, 2020 - by administrador

  • Profamilia identificó las preocupaciones de los jóvenes entre los 18 y los 29 años en cuanto a salud mental, salud sexual y reproductiva, medios de subsistencia, seguridad y protección, educación y seguridad alimentaria.
  • El 23% de las mujeres y el 21% de los hombres entre 18 y 29 años que estaban empleados perdieron sus trabajos durante la pandemia.
  • El 87% de las mujeres y el 75% de los hombres entre 18 y 29 años manifestaron estar preocupados ante la posibilidad de que alguien de la familia pueda tener una emergencia de salud y no reciba atención médica.

 

Bogotá,  julio, 2020. Un nuevo estudio de Profamilia, financiado por la Alianza para la Salud de la Madre, el Recién Nacido y el Niño de la Organización Mundial de la Salud indagó sobre las necesidades, experiencias y prácticas resilientes de adolescentes y mujeres jóvenes durante la crisis por el Covid-19 en Colombia. De esta manera, reveló que las mayores preocupaciones que han aquejado a los jóvenes entre 18 y 29 años, en el marco de la pandemia, están relacionadas con la imposibilidad para recibir atención médica por enfermedades distintas al coronavirus, el padecimiento de ansiedad o depresión, la seguridad alimentaria y la baja empleabilidad.   

 

Desde el enfoque cuantitativo y a través del análisis de 1.287 encuestas a personas entre los 18 y 29 años se encontró que: el 87% de las mujeres y el 75% de los hombres manifestaron estar preocupados porque alguien de la familia pueda tener una emergencia de salud y no reciba atención médica oportuna. En cuanto a la salud mental, el 67% de las mujeres y el 56% de los hombres están preocupados por sufrir ansiedad o depresión.  

 

Con respecto a empleabilidad, la encuesta reveló que el 23% de las mujeres y el 21% de los hombres que estaban empleados perdieron sus trabajos durante la pandemia. Adicionalmente, el no contar con computadores o acceso a internet para recibir y participar activamente de sus clases virtuales también es una de las mayores preocupaciones identificadas por el estudio, afectando al 11% de las mujeres y al 13% de los hombres consultados.  

 

Desde el enfoque cualitativo (Adolescentes y mujeres jóvenes entre los 15 y 29 años) se encontró que los principales desafíos para su salud mental están relacionados con no contar con alternativas y recursos como horarios y rutinas establecidas y ver reducidos sus espacios de socialización. Con relación a la educación, las clases virtuales y la falta de acceso a internet son sus principales desafíos.  

 

La pandemia, según el estudio, también ha impactado en la calidad de la comida, en algunos casos por falta de recursos, adolescentes y mujeres jóvenes dejaron de comer carne y otros alimentos ricos en proteínas o tuvieron que reducir las porciones para asegurar que los menores pudieran alimentarse.  

 

Así mismo, pusieron en evidencia las barreras en el acceso a servicios de salud y salud sexual y reproductiva, al percibir que las instituciones prestadoras han limitado la atención a urgencias, afectando la prestación de consultas para especialidades como la ginecología y la endocrinología.  

 

“Este es un momento crucial a nivel mundial. La pandemia ha tenido y seguirá teniendo impactos en distintos niveles, sobre todo en la población más joven que se enfrenta a un futuro cercano lleno de incertidumbre.  Este estudio, además de hacer un acercamiento a la problemática, avanza en sugerir rutas de acción basadas en las experiencias vividas por las mujeres y los hombres entrevistados para hacer frente a las consecuencias, a corto y largo plazo, del estigma y la discriminación, la violencia contra la mujer y las repercusiones socioeconómicas en las poblaciones vulnerables”, explicó Marta Royo, Directora Ejecutiva de Profamilia.  

 

Prácticas resilientes 

 

El estudio, dedica un capítulo entero a describir las prácticas que durante la cuarentena han implementado adolescentes y mujeres jóvenes con el fin de superar los desafíos relacionados con salud mental, educación, seguridad alimentaria, salud sexual y reproductiva, entre otros. Así, por ejemplo, se evidencia que entre las prácticas más comunes para responder a los retos que supone el cuidado de la salud mental, se han aplicado herramientas para ocupar el tiempo y mejorar su estado de ánimo como el diálogo, las actividades familiares y de ocio, así como las lúdicas y la participación en las tareas del cuidado del hogar. 

 

Con respecto al desafío de poder acceder a alimentos debido a las limitaciones económicas y a la situación de desempleo, los jóvenes expresaron que, en muchos casos, familiares, personas conocidas o vecinos son quienes les han permitido garantizar su seguridad alimentaria. Por su parte, las personas indígenas consultadas mencionaron que cultivar huertas y entregar semillas han sido prácticas exitosas para atender las necesidades de alimentación no sólo individuales sino también comunitarias. 

 

Por su parte, el uso de recursos tradicionales de la educación a distancia como las llamadas telefónicas, el uso de cartillas y materiales impresos, así como el acompañamiento de madres, padres y cuidadores, además del aprovechamiento de las nuevas tecnologías que estén a su alcance, han hecho parte de las estrategias para garantizar las dinámicas educativas.  

Con respecto a la problemática de salud, los jóvenes consultados afirman haber implementado estrategias asociadas al autocuidado y al uso de elementos de bioseguridad. También, refirieron el uso de la telemedicina, así como el apoyo de grupos o redes establecidas entre pares.  

 

Finalmente, el estudio que representa las voces de los jóvenes, recoge y plantea recomendaciones y líneas de acción de cara a las autoridades nacionales y locales con el fin de contribuir al desarrollo de estrategia eficaces ante sus necesidades específicas entre las que se destacan: la ampliación y diversificación tecnológica de los canales de atención y consulta a toda la población teniendo en cuenta las necesidades de los jóvenes; considerar el internet como un servicio público y, aumentar las transferencias monetarias y en especie a la población más vulnerable.

Redaccion Profamilia